Ayuda psicológica a distancia en Holguín

Contrario de lo que algunos puedan pensar, el personal de Salud en Cuba y el resto del mundo también sufre y sufre doble y más, en momentos cuando debe enfrentarse a situaciones de emergencia sanitaria, de desastres o a otros escenarios excepcionales, como los vividos en los últimos meses por la pandemia de la COVID-19.

La Máster en Psicología de la Salud Ana Karina Gutiérrez Álvarez habla de la segunda víctima, que “es aquella que se identifica tanto con su paciente, que termina afectándose”.

Ana Karina, una de las líderes del Proyecto, afirma que “nosotros no podíamos estar entrando y saliendo de la zona de mayor riesgo o roja, por lo tanto hicimos un sistema de intervención psicológica a distancia”. Fotos: Carlos Rafael
“La COVID-19 es una enfermedad muy solitaria, el paciente está aislado, sin la familia, muchas veces sabe que va a morir, situación que multiplica la solidaridad y apego de nuestros profesionales, quienes en ese momento final, de despedida tienden a asumir roles de acompañamiento para con el enfermo, con una fuerte implicación emocional que termina afectándolos”.
Por eso, anteponiéndose a la ocurrencia de algún problema de este tipo, cuando surgieron los primeros casos en la nación caribeña, una de las misiones más importantes asumidas por el hospital clínico quirúrgico Lucía Íñiguez Landín estuvo dirigida a la preparación del recurso humano para afrontar la pandemia.
Es precisamente, en ese contexto, donde psicólogos de la provincia de Holguín, liderados por el Grupo Multidisciplinario de Neuropsicología del centro, deciden complementar los contenidos de la capacitación indicada por el Ministerio de Salud Pública, con un protocolo multidisciplinario de bioseguridad psicológica a distancia, dirigido a los médicos y personal de enfermería directos a la asistencia de pacientes, así como a otras categorías
profesionales, incluso a los obreros de Servicio, desde las auxiliares generales, mensajeros hasta pantristas y más.
Desde un inicio su objetivo general contempló “la necesidad de elevar la capacidad de resiliencia del personal del sector vinculado con sospechosos o enfermos de la COVID-19, a través de la gestión de la seguridad psicológica y contó con dos etapas”.
Concuerdan en afirmar sus protagonistas que “las primeras acciones estuvieron concentradas en la prevención primaria e involucró el nivel organizacional y grupal, para servir de apoyo en la toma de decisiones de los directivos y en la segunda, las tareas derivaron hacia la prevención secundaria, enfocada en la intervención psicológica individual (a distancia o de forma presencial), para la mitigación, control y seguimiento en casos de desajuste psicológico relacionados con el trabajo durante la emergencia. Es decir, preparar a las personas para combatir sanos y saludables a la enfermedad”.
Para acentuar la validez de este proyecto, Ana Karina, una de sus líderes principales, apuntó que “en el mundo, en este momento, se reporta que la salud mental de los profesionales que han estado implicados en la respuesta a la pandemia apunta a que cerca del 30 al 40 por ciento ha tenido síntomas de afectaciones de este tipo. Aquí, nosotros hemos logrado anticiparnos a eso, al prepararlos para que esto no suceda, detectar a tiempo cuáles son los probables sujetos que pudieran desarrollar un desajuste psicológico y darles seguimiento oportuno”.
Protocolo, devenido Proyecto
Seis meses después de implementado el proyecto se animan varios de sus miembros a compartir la experiencia que- a decir de todos-, rebasó sus expectativas y hoy la asumen como una de las más interesantes y requerida de total entrega por parte de cada uno de ellos.
En el vestíbulo principal del “Lucía Íñiguez”, no fue fácil reunirlos a todos; sin embargo, hasta allí llegaron con sus múltiples vivencias a cuestas, además de Ana Karina; la DrC. Aymara Cruz Almaguer, la MsC. Gisela Ramírez, y los licenciados Evelyn Hidalgo, María Victoria González, Carlos Ramos Fundichely, Mario Eloy Sarmiento y Karel Báez Rodríguez.
Recuerdan que para llevar a vía de hecho el empeño resultó necesaria la cooperación de muchos, a partir de las particularidades de la asistencia médica especializada que iban a brindar. Fue preciso habilitar números telefónicos, divulgar el servicio, organizar el equipo de atención a distancia (una parte en teletrabajo)- y monitorear el control del cumplimiento de las estrategias de seguridad e higiene del trabajo.
Ana Karina acota que, además, mantuvieron en el hospital a psicólogos, cuya acción estuvo dirigida al seguimiento de los casos que salían con necesidades de ayuda psicológica, para poder asesorar a algún jefe, aconsejar a los médicos que estaban en la zona de riesgo de cómo tratar los problemas afrontados por su pacientes”.
Por ejemplo, Fundichely al compartir la experiencia recordaba las veces que fue necesario dormir en un asiento al lado del teléfono en la sala, para no despertar a su bebé de cinco meses de edad; sin embargo, en esa condiciones no faltó la consulta oportuna para “la trabajadora de la Onat, que estaba desarrollando una fobia y se negaba a salir de la casa en los días de más casos positivos en la provincia o a la enfermera, que luego estar en contacto con enfermos y cuarentena, al llegar al hogar la empezó a tomar el estrés y presentar una conducta depresiva, encerrada en su cuarto. Hubo que desarrollar varias sesiones de seguimiento y poco a poco fue volviendo a la rutina normal”.
Karel, quien tuvo participación en la actuación presencial y a distancia, esta fue la más complicada para él, porque en la vivienda no tiene teléfono y requirió de la solidaridad de una vecina, quien le pasaba el auricular cuando le era solicitada una consulta.
“La primera llamada el número lo cogieron del NTV. Una madre con un hijo con conducta suicida solicitaba ayuda en medio de la pandemia. En el Sistema Nacional de Salud hay un programa bien diseñado para este tipo de casos, por lo tanto fue posible manejar todas las manifestaciones, orientar sobre qué debía hacer con este adolescente”.
Aymara, jefa de Grupo de Neuropsicología del hospital, destacó que en la etapa de marzo a junio, cuando fue más alto en número de casos de la COVID-19 en la provincia, tuvieron más de 30 llamadas. La segunda etapa
fue de intervención psicológica en problemas de salud mental, lo cual equivale al 8, 1 por ciento de prevalencia con respecto a la cantidad de personas que trabajaron en el hospital en esa etapa.
En tal sentido Ana Karina aclaró: “Si comparamos esa cifra con el 30 o 40 por ciento recogido por la literatura con complicaciones de salud. Nuestro 8,1 por ciento habla a favor, entre otros muchos factores, de que este trabajo colectivo ayudó a que el número de afectaciones, por esta causa, fuera muy por debajo de las tasas mundiales”.
“Los síntomas que han aparecido en los del sector sanitario no difieren de los de otros países: ansiedad, tristeza, problemas y preocupaciones constantes respecto a las personas que han quedado fuera (la familia); síntomas en espejo, que es cuando los individuos han sentido los mismos síntomas de la enfermedad estando sanos, hay un contagio emocional, porque el mismo temor hace reproducir sensiblemente lo que uno teme. Hemos tenido desajuste somático, es decir, los padecimientos crónicos han estado relacionados con descompensaciones, que tienen que ver con lo psicológico también, porque la puerta de entrada ha sido el estrés, la tensión que genera la situación”, puntualizó.
La doctora Gisela Ramírez, especialista de segundo grado en Medicina Interna, destacó que “este Protocolo fue seleccionado por la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública como referente de trabajo para los profesionales del sector y se divulgó para todas las provincias, las cuales diseñaron sus propias estrategias, a partir de nuestra propuesta. En el Protocolo de actuación nacional para la COVID-19, en la versión 1.5, incorporan elementos de este trabajo”.
Orgullosos todos, porque además de servir a los pacientes “nuestros instrumentos y parte del protocolo ha sido solicitado desde México a las autoras y, también, desde distintos lugares del mundo nos han pedido que seamos expositoras de la experiencia. Hay un congreso en Alemania que nos está invitando, mientras que la Sociedad Cubana de Psicología y la de Psicología de la Salud ha otorgado a varios de los integrantes del equipo una beca de membresía en la Sociedad Interamericana de la especialidad”, afirmaron Ana Karina y Aymara.
Fuente: Ahora.cu

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